Yago Costoya
Los langostinos son uno de esos alimentos a los que recurren muchas familias españolas para las mesas navideñas, entre otras ocasiones. Esos que a veces generan cierta desgana a la hora de pelarlos, sobre todo cuando no los vas a acabar degustando tú. Pero ¿alguna vez te habías planteado que el crustáceo al que le retiras la cáscara, mientras tu sobrino te observa ansiosamente, pudiera estar criado fuera de la costa, o más concretamente, a 300 kilómetros de ella?
Esto ocurre en Noray Seafood, una granja de langostinos con techo que lejos de instalarse en las proximidades de alguno de los 8.000 kilómetros de costas españolas, decidió asentarse en plena meseta castellanoleonesa, en Medina del Campo, provincia de Valladolid.
¿El motivo? «su ubicación estratégica en España. Se trata de un punto equidistante respecto a todas las costas del país, lo que nos permite cubrir toda la demanda de España, Portugal y, también Francia, entre 24 y 48 horas«, explica Pilar Guerra, responsable de marketing de la empresa.

Son 100 toneladas de langostinos las que esta empresa tiene posibilidad de producir al año. Las instalaciones cuentan con 7.000 metros cuadrados y se está trabajando en una segunda nave que permita duplicar la cuantía próximamente.
Su distribución llega a las despensas de diferentes países de Europa, pero también llenan las de toda la península. Por tanto, es probable que, independientemente de que seas de un lugar costero o no, estos langostinos castellanos se hayan encontrado cerca tu alcance.
Producción del langostino
Los ‘crustáceos meseteños’ encuentran en los 24 tanques de Noray Seafood, el ecosistema idóneo para su crecimiento. «Se trata de un innovador sistema de tecnología microbiana único en el mundo, que reproduce las condiciones de temperatura, nutrientes o salinidad necesarios para el desarrollo del langostino», asegura Pilar.
El agua salada artificial procede de la recuperación del agua de un ciclo de cultivo finalizado. Una vez separada de los sólidos, ésta se somete a un proceso de rehabilitación para la recuperación de las características físico – químicas adecuadas añadiendo la sal requerida. Todo el trabajo se lleva a cabo en un entorno controlado, donde se reproducen las mismas condiciones que se darían en la naturaleza para criar el langostino.
Cuentan también con un criadero propio que es clave para el control de la calidad de las larvas, de los intervalos entre las cosechas y de los resultados de producción predecibles. «Es precisamente esto lo que nos convierte en un proyecto pionero, pues integramos verticalmente todas las fases del ciclo de producción», afirma la responsable de marketing.

Las larvas obtienen un tamaño apto para el mercado entre los dos y dos meses y medio. Son alimentadas mediante un pienso sostenible y completo, validado por la certificación ASC, hecho a base de proteínas, vegetales y aceites de pescados y mariscos.
«Nuestro riesgo de contraer alguna enfermedad común es casi nulo y nuestra estrategia se basa en contar con una genética libre de enfermedades y patógenos, evitar las vías de entrada de los factores de propagación y controlar el medio de cultivo para fortalecer el sistema inmunitario de nuestros animales», añade Pilar.
Las instalaciones bajo techo de Noray Seafood garantizan un entorno estable independientemente de las condiciones climáticas, lo que les permite producir y cosechar durante todo el año, apoyando así la economía local.

Sabor
«Durante la cría y producción de nuestros langostinos no utilizamos, en ninguna parte del ciclo vital ni del proceso de producción, conservantes ni antibióticos. Por eso, el resultado es un langostino natural, con un sabor dulce, una textura crujiente y una carne tersa y limpia que, para el sector de la restauración y la gastronomía, es una delicia culinaria«, define la empresa.
La principal diferencia en el paladar de los catadores, lo encontrarán en que los langostinos que no son de cría incluyen matices sensoriales relacionados con el mar, algo difícilmente replicable en la España de interior.
Reconocimientos e impacto medioambiental
Se trata de una producción bajo los estándares de la certificación ASC, que reconoce el compromiso con la acuicultura responsable, la sostenibilidad y garantiza las buenas prácticas en torno a la integridad ambiental y social.
Noray Seafood se encuentra instalado en una ZEPA (Zona de Especial Protección Para las Aves), lo que implica que su cadena de valor sea analizada bajo requisitos medioambientales y socialmente sostenibles: gestión adecuada de reciclaje, recuperación de los residuos e instalación de placas solares.
Tanto las piscinas como el resto de la granja funcionan bajo un sistema de reciclaje de agua con electricidad 100% de origen sostenible y de residuo ZERO. Se reutiliza el agua de los tanques para no verter agua salada al medio, lo que podría destruir el equilibrio del ecosistema. También se recupera el fango generado en el proceso de cultivo para la producción de fertilizantes agrícolas o producción de biogás.
La instalación de paneles solares les permite cubrir casi el 50% del consumo energético. «Hemos evitado la emisión de 140 toneladas de CO2 a la atmósfera gracias al uso de nuestra propia energía«, asevera Pilar.
El empeño y dedicación por su producción ha sido reconocido con el premio de Alimentos dentro de la categoría de Producción de la Pesca y de la Acuicultura por el Ministerio de
Agricultura, Pesca y Alimentación, que premia la labor a la hora de promocionar y poner en valor la acuicultura sostenible.
Además, forman parte de la familia de Alimentos de Valladolid y cuentan con la marca de calidad Tierra de Sabor, un distintivo que premia el compromiso con la producción de langostinos de alta calidad, la constante búsqueda de la sostenibilidad en la industria de la acuicultura y la vinculación con su lugar de procedencia.
