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Cristo de la Agonía o Cristo de la Casa de Lozoya (1646 – 1647)

GRANDES IMAGINEROS EN LA CATEDRAL DE SEGOVIA (PARTE II)

Alberto y César Fernández

En la primera parte de nuestro artículo pudimos percibir la Piedad de la mano de Juan de Juni. Ahora será Manuel Pereira quien nos muestre cómo es la inspiración a través de su brillante Crucificado de la Agonía. Con ese peculiar estilo que este genio nos presenta, un crucificado tipo en V, con claras influencias de Alonso Cano y a los modelos flamencos. Gracias a don Manuel Gómez Moreno, quien la atribuyó correctamente a este y no, como se venía haciendo, a Alonso Cano.

Un documento relativo a otro Crucificado encargado a este autor nos relaciona a este de Segovia. Pereira se lo encarga el primer día de mayo de 1646, «una ymagen de Christo Nuestro Señor puesto en Cruz del tamaño, forma y manera del que hice para el señor obispo de a dicha ciudad de Segouia, que al presente lo es de Cigüenca, acauda de todo punto así de madera como la pintura y más lastimoso que el dicho señor obispo, puesto en su caxa de madera tosca para que se pueda llevar sin daño ni riesgo».

Para hacer a Alonso de Aguilar y Rosales, regidor de Segovia, una talla similar a la que acabara en la parroquia del Sagrario de la Catedral de la ciudad de Sevilla, siendo anterior a este que nos ocupa.
Con este documento nos aclara que no puede admitir dudas la gran similitud entre ambas tallas y por lógica se admite la autoría de los dos a este autor. El encargo fue tan del gusto de los Marqueses de Lozoya, que él mismo lo describió, “la cabeza, soberbiamente plantada sobre el cuello y los hombros, con aquella expresión de agonía divina que no tiene par en la historia del Arte”.

Un crucificado de gran calidad en actitud de expiración; disposición ciertamente muy poco usual para representar este tipo de iconografía. El escultor se ha valido de una cruz latina con palo y travesaño arbóreo junto a cuatro clavos de cabeza cilíndrica para poder sujetar a ella el cuerpo; en el travesaño se pueden leer en las lenguas de arameo, griego y latín las palabras: «Jesús Nazareno Rey de los Judíos»; “y es que lo que escrito, escrito está” (Poncio Pilatos). La tonalidad oscura de los maderos cruzados resalta el matiz de la piel de Cristo mucho más clara.

La estilizada imagen de gran belleza ha sido colocada con los miembros tensados, más acentuado en los superiores, donde los brazos han perdido ya su fuerza; pero en ningún caso esta pose crea una tiesura en el cuerpo.

Las perforaciones en las manos se han producido por la parte palmar con la consecuente hemorragia profunda que hace brotar gran cantidad de sangre; por efecto de la gravedad, el vital líquido se desliza a través de los brazos sin llegar en ningún momento a la región axilar. Los dedos en posición de flexión; desgraciadamente el índice zurdo no se halla completo. Vemos heridas contusas con bordes irregulares en ambos codos.

Las lesiones de los hombros, casi ocultas por completo bajo los ondulantes mechones del cabello, muestran las consecuencias de cargar con la pesada cruz; daños mayores se aprecian en el derecho, como atestigua la hemorragia más profusa y por lo tanto con mayor acumulación de sangre en esa área.

La cabeza girada levemente hacia el lado izquierdo se eleva con gran humildad. Su oscuro pelo serpentea en intrincadas guedejas que se recogen sobre los hombros.

La corona de espinas, de gruesa ramificación tallada, se clava con alevosía en su cabeza produciendo importantes laceraciones y perforaciones muy visibles en la zona de la frente.

El rostro de esta talla es de noble hermosura. La mirada de agrisados ojos se alza hacia el cielo; hay un hundimiento de la región orbitaria donde se ha marcado profundamente el dolor padecido. La nariz afilada; la boca entreabierta mostrando una blanca dentadura dejando escapar en un susurro lo que es su último aliento.

El bigote y la barba han sido tallados en una corta longitud, con finos surcos modelados con destreza por una gubia experta. Los músculos del cuello se advierten estirados, marcando el contorno de su paso bajo la piel muy estudiadamente.

El tórax bien definido con ligero profundizamiento del abdomen. La colocación exacta de los miembros inferiores. En las rodillas los bordes de la piel se manifiestan irregulares con amoratamiento y ennegrecimiento.

En esta obra ha prevalecido la elección de un clavo por cada pie, pudiendo ver con suma claridad cómo la piel se levanta desigualmente alrededor del metal redondeado.

Se ha producido una notable hemorragia descendiente hacia los dedos que exhiben un marcado estiramiento.

Respecto al paño de pureza, es de angulosos pliegues que se recogen entre las piernas y cuyo blanco puro se rompe únicamente teñido por el rojo intenso de su sangre.

Se anuda a la cadera derecha con larga caída del tejido hasta las rodillas, dejando ver un escultural desnudo que termina abarcando también el muslo. Esta talla de Manuel Pereira ha sufrido en su espalda importantes heridas provenientes de la flagelación.

Si observamos con detenimiento las diferentes lesiones son más acentuadas en ciertas partes; por el contrario, como ocurre en el tórax, abdomen y miembros superiores e inferiores (no en áreas concretas), se exteriorizan laceraciones contusas oblicuas con cortes diversos y un uso de la sangre muy comedido, casi cortesano, permitiendo apreciar en todo su esplendor la magnífica desnudez de este Cristo en expiración de Pereira.

Él dispone de creaciones en distintos puntos geográficos de España, repitiendo este arquetipo, que debió causar mucha aceptación, entre los patronos de este imaginero, recordando esos crucifijos que se elaboraban en marfil en los siglos XVI y XVII.

Estuvo ubicada en la Capilla privativa de la Casa del Torreón de Segovia, propiedad de la familia. Fue la Marquesa Doña María de la Asunción de Mascaró y Hierro, viuda de Lozoya, que tras su fallecimiento, donara la talla de este magnífico Crucificado. Se hallaba en tiempos atrás con ellos, y siempre quiso que se le rindiera el culto público en la Catedral de Segovia. Siendo su hermano el albacea y testamentario quien en 1896 la dona por petición de ella.

El retablo donde se ubica actualmente es en la Capilla del Sagrario y es elaborado por “el Hechicero de la Cerámica” Don Daniel Zuloaga, tomando como estilo propio de la cerámica de los Della Robbia. Especialista en terracota vidriada policromada. Conocida como robbiane, que fue referente en Florencia y fuera de las fronteras nacionales.

En este retablo utiliza y desarrolla diversas técnicas, como las pastas coloreadas y al fuego. Que esa pasta se formaba de caolín de Tornijos, cuarzos y feldespatos, siendo de las más desconocidas, por su complejidad.

Su estilo es el típico arco triunfal con pilastras al orden corintio. Encima se corona y a modo de frontón, de dos ángeles sosteniendo un tondo que representa a la Virgen María, en una posición de oración y recogimiento.

El herrero local Ángel Pulido forjó el conjunto reja-mobiliario y en los laterales se hallan dos lámparas con diseño de grifos. Todo pensado y dirigido por Zuloaga, buscando la inspiración en el plateresco. Este fabuloso encargo fue colocado en 1897 y tuvo un coste de 10.000 pesetas. Hoy afortunadamente para los Segovianos y visitantes, se puede dar culto en esa capilla y visitarle.

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