Eduardo Gay Guerrero
Don Gaspar Arredondo y Vélez de Rada, inquisidor que fue de Córdoba y Santiago de Compostela, nace en la villa de Ampudia en diciembre de 1603.
En 1626, su abuelo paterno, tesorero de la Inquisición de Granada, le manda llamar pues ya cuenta con una edad avanzada y le transfiere su puesto. Todo ello en contra de la voluntad de Don Gaspar, que lo que quería realmente era tomar el cargo de fiscal, ya que considera que el puesto de tesorero no es lo suficientemente bueno para él ni se corresponde con su nivel de estudios.

En 1630, llega el ansiado traslado al puesto de fiscal de la Inquisición de Córdoba. Sin duda, comienza la etapa de éxito de nuestro personaje que se prolongará durante algo más de diez años.
A comienzos del año 1631 recibe un duro golpe personal. Su padre, corregidor de la villa de Ampudia, se encuentra gravemente enfermo, falleciendo a los 48 años.
En marzo de este año, su abuelo le comunica que se encuentra en la prisión de Granada. Ha contraído una deuda enorme en el oficio de su cargo, resultado de diferentes pleitos y la Inquisición le ha embargado una cantidad considerable de bienes, tantos, que ya no le quedan más para hacer frente a los pagos a los que está obligado. Don Gaspar actúa en su nombre y responde con sus propios bienes.
No le había casi dado tiempo a regresar a Córdoba y a realizar los trámites de Granada, cuando en el mes de abril del mismo año, le comunican que su madre ha contraído una grave enfermedad. Emprende de nuevo un largo viaje hasta la Tierra de Campos. Fue enterrada en Ampudia el primero de mayo.
Don Gaspar, como hijo mayor, queda convertido en el heredero universal de todos los bienes de la familia, tanto por parte de padre como de madre. Esto será un hecho clave a tener en cuenta en su ascenso dentro de la escala social de la época.

En marzo de 1632, Don Gaspar y su abuelo comparecen ante el Tribunal de la Inquisición de Madrid, con motivo de los embargos de bienes en Granada. El abuelo es ya muy mayor, alrededor de los 75 años, y este largo y penoso proceso le provoca una grave y acelerada enfermedad que acaba rápidamente con su vida falleciendo en esta ciudad.
Finalmente, el 7 de enero de 1633, mediante una provisión, se levantan todos los embargos de los bienes de su abuelo y los suyos propios, devolviéndoselos a Don Gaspar.
En el mes de noviembre de este mismo año asiste a la boda de su hermana, Jerónima Arredondo, en la villa de Becerril de Campos, que contrae matrimonio con Don Martín de los Bueyes, hijo de su notario y regidor.
A comienzos del año 1640, se le encomienda una ardua tarea. Deberá efectuar una inspección en la Inquisición de la isla de Cerdeña, en la que existen más que sospechas de corrupción en su funcionamiento. Así, entre marzo y diciembre de ese año, Don Gaspar llevará a buen puerto el trabajo que se le había encomendado.

Como recompensa por el trabajo realizado, obtendrá a su vuelta el puesto de inquisidor de la Inquisición de Córdoba durante el año siguiente.
Don Gaspar cuenta para entonces con 37 años, aún es joven, y el nuevo cargo acaba por corromperle. Los años siguientes quedarán marcados en su vida como años de exceso y de decadencia moral y religiosa.
Las acusaciones que recibe en su contra son realmente graves. Los testigos que declaran aseguran que se trata de un hombre avaricioso, extorsionador de pretendientes al Santo Oficio, amigo de la ostentación y, sobre todo, de los placeres de la carne.
Jerónima Pulido, una de sus mancebas, vivía oficialmente con su madre, pero lo cierto es que la mayor parte del día lo pasaba en casa de don Gaspar y dormía con él. En realidad, a ella se la podía considerar como su esposa y no parecía que hicieran demasiado por ocultarse. Tanto es así que se conocía a la joven con el apelativo de “La Inquisidora”.

En los dos años que llevaban de relación ella había dado a luz más de una vez. Los conocidos del Inquisidor le habían regalado la canastilla del bebé en todas las ocasiones.
Sin embargo, desde que la visita de inspección había llegado a la ciudad, el inquisidor había tenido que salir de ella para que su presencia no entorpeciera los procedimientos. Incluso en esta situación, se murmuraba que había mandado hacer un vestido de hombre para que su manceba saliera disfrazada de Córdoba y fuera a su encuentro.
En el mes de julio de 1646 el Tribunal de la Inquisición de Córdoba dicta sentencia para los 50 cargos imputados a don Gaspar Arredondo. Se le condena a 8 años de inhabilitación como inquisidor, a no poder volver a ejercer en Córdoba y al pago de 100.000 maravedíes.
La suspensión del cargo finaliza antes de lo previsto, en el año 1651, pues en el mes de octubre de este año se presenta a su nuevo puesto como inquisidor en Santiago de Compostela, seguramente una de las ciudades más alejadas de Córdoba.
Esta nueva etapa es breve, poco más de tres años, ya que fallece casi repentinamente y sin otorgar testamento en aquella ciudad el 4 de mayo de 1655, a los 51 años de edad.



