Alfredo Fernández
Castilla y León siempre se ha destacado por ser una comunidad en la que la fauna y la flora son abundantes y de una diversidad envidiable. Animales como el gamo o el jabalí pueblan las campiñas castellanoleonesas pero ningún animal tiene una tradición y un renombre que se asemeje al del ciervo y el corzo.
Tanto el ciervo como el corzo, dos especies distintas (ciervo «cervus eaphus» y corzo «capreolus capreolus») pero con muchas similitudes que hacen dudar a algún que otro neófito en el ámbito de las especies animales de la zona, destacan por ser animales herbívoros con una población similar a lo largo de muchos de los bosques y montes de la comunidad.

El ciervo
El ciervo es una especie ampliamente distribuida por todo el hemisferio norte de la península, por lo que no es extraño que existan en la actualidad una gran cantidad de ejemplares por toda Castilla y León.
Tiene un radio de habitabilidad comprendido entre el norte de León, la zona de la montaña palentina, el este y el norte de Burgos, casi la totalidad de la provincia de Ávila, la zona de Zamora más próxima a León y pequeñas zonas de Salamanca y Segovia.
En su edad adulta son uno de los animales herbívoros de mayor tamaño, llegando a pesar hasta 200 kilos y pudiendo medir hasta más de 2 metros. Los machos suelen ser más anchos y con una gran cornamenta que los diferencia de las hembras, más parecidas a los corzos, debido a que carecen de esta cornamenta y tienen una fisionomía más esbelta.

El ciervo que suele habitar en los parajes de Castilla y León, así como el que habita el resto de la península, es significativamente más pequeño que sus semejantes europeos, además de tener una falta de crines que sí que tienen los europeos.
El ciervo tiene una época de reproducción comprendida entre septiembre y octubre. Las hembras suelen esperar a la ceremonia de cortejo conocida como «La Berrea» donde los machos se enfrentan entre sí para ganarse el favor de las hembras, derivado de las victorias en dichas peleas.
Los ciervos son animales de maduración rápida, ya que su edad adulta es alcanzada principalmente a los dos años, donde ya comienzan a implementarse en los ritos de apareamiento, luchando contra machos de edades superiores.
Su dieta se suele centrar en el consumo abundante de agua, seguido de brotes, hojas, pasto, setas e incluso cultivos. Suele tener hábitos nocturnos, sobre todo en hábitats donde la comida es escasa o donde la presencia de humanos es abundante.
El corzo
El corzo, por otra parte, es más pequeño que el ciervo. Se caracteriza por ser esbelto y ágil y de un tono más grisáceo. Tiene una alimentación semejante a la del ciervo, delimitada en el consumo de brotes, hojas y frutos.
Al contrario que los ciervos, su época de reproducción es anterior, comprendida entre los meses julio y agosto. Al ser una especie de un tamaño menor que el ciervo, también tiene un ciclo de madurez más corto, alcanzando la edad adulta a los 14 meses.

Su radio de habitabilidad en Castilla y León es mayor que el del ciervo, destacando la casi totalidad de Palencia y León, la totalidad de Burgos y Soria, parte del este de Valladolid y Ávila, así como pequeñas partes de Zamora y Salamanca.
Diferencias clave
Estas dos especies, aunque parecidas en apariencia, son completamente diferentes, como ya explicamos antes. El ciervo es más grande, además de tener una serie de cuernos que el corzo no tiene.
El ciervo es un animal de manada, mientras que el corzo es un animal principalmente solitario, destacando que el ciervo prefiere los hábitats resguardados y poblados de árboles, preferencia que el corzo no respeta tanto, pudiendo adaptarse de una mejor manera a las zonas llanas.
En época de celo, el corzo no realiza la berrea, sino que suelen entrar en celo debido a la subida exponencial de las temperaturas estivales.
Control de población
Tanto el ciervo como el corzo están limitados a un rango de población controlado mediante la vía de la caza, dividida en épocas concretas que la Junta de Castilla y León adjudica para que los cazadores puedan equilibrar el nivel de ejemplares de ambas especies.
Tanto el ciervo como el corzo constituyen dos de las especies más representativas y especiales de la fauna castellanoleonesa, despertando siempre la intriga y el asombro de los pocos elegidos que tienen la suerte de verlos en su hábitat natural en completa libertad.



