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‘Tomar el fresco’, cultura de pueblo

‘Tomar el fresco’ es una tradición única que forma parte del ADN de los pueblos. Esta actividad cotidiana posee además numerosos beneficios para la salud

Marina Blázquez

Cuando se acerca el verano, aparecen opiniones encontradas. La más generalizada es de alegría, diversión y visualización de unas merecidas vacaciones. Hay quienes organizan viajes, escapadas…mientras otros prefieren descansar en entornos naturales o en sus respectivos pueblos. Ciertas personas, sin embargo, no disfrutan tanto del calor y buscan escapar de él, una tendencia creciente estos últimos años en los que el calentamiento global ha provocado temperaturas tan extremas.

Los estudiantes, jóvenes, adultos… miran con ilusión el calendario contando los días que quedan para verano y, sobre todo, para las ansiadas vacaciones. Si preguntamos a unos y otros cuál es su actividad preferida en esta época del año, las respuestas más repetidas serán sin duda ir a la playa o a la piscina, tomar algo en una terraza, disfrutar de las fiestas de los pueblos o acudir a un festival de música. No obstante, puede que algunas personas de pueblo evoquen, con unas notas de nostalgia, algo mucho más cotidiano y que se está perdiendo con el paso de los años: tomar el fresco.

En verano los pueblos se llenan de vida. Es habitual que muchas personas huyan del calor y del ajetreo de las grandes ciudades y se refugien en su pueblo para disfrutar de un estilo de vida más tranquilo y relajado.  

Allí, cuando cae la noche y las temperaturas dan por fin un respiro, muchos son los que se echan a la calle, o bien a pasear o simplemente a sentarse delante de la puerta de sus casas. Esta actividad es lo que se conoce como ‘tomar el fresco o la fresca’ y forma parte de la cultura de los pueblos.

En un abrir y cerrar de ojos se sacan las típicas sillas desgastadas de plástico o de playa a la puerta de casa y se forma un corrillo donde todo el mundo es bienvenido. ‘El fresco’ es un punto de encuentro entre familiares, amigos o vecinos para compartir un momento distendido, donde las risas están aseguradas. Se puede realizar solo, aunque lo más común es hacerlo acompañado.

Supone a menudo una forma de viajar al pasado porque se cuentan anécdotas y se rememoran viejos tiempos. También es común comentar las últimas novedades y cotilleos, que nunca faltan, por pequeño que sea el pueblo. Además, es una bonita manera de pasar tiempo de calidad en familia o con amigos, acompañado de unas pipas, un helado o lo que sea. A veces la conversación es tan entretenida que se puede alargar hasta bien avanzada la noche y nadie quiere ser el primero en levantarse para no perderse detalle de lo que ocurre en ‘el fresco’.

‘Tomar el fresco’ es una seña de identidad y forma parte del ADN de los pueblos españoles, en particular, de los que se encuentran en el centro y sur del país. En muchas localidades de Castilla y León es una tradición y, si se visita algún pueblo de nuestra comunidad autónoma en verano, es muy probable encontrarse con varios grupos de personas disfrutando de estas conversaciones al aire libre.

Aunque en apariencia simple, esta actividad cotidiana es muy enriquecedora y positiva, y puede repercutir favorablemente en la salud física y mental. Por ejemplo, para las personas que viven solas este momento representa una oportunidad de ver a gente por la calle, relacionarse con ellos y pasar el rato.

Lamentablemente, cada vez es menos frecuente ‘tomar el fresco’, quizá en parte por el rumbo que ha tomado la sociedad contemporánea hacia un mayor individualismo. Ahora es muy común tener dificultades a la hora de socializar cara a cara, en lugar de hacerlo a través de una pantalla. Tal vez por eso, algunas personas que vienen de las ciudades a pasar una temporada en el pueblo, acostumbradas a otro ritmo de vida, no valoran lo suficiente esta actividad.

No obstante, sigue habiendo mucha gente que disfruta tomando ‘el fresco’ y que trasmite este sentimiento a sus allegados. Por eso, es bonito ver como las nuevas generaciones, especialmente los niños, siguen la tradición gracias a sus padres y abuelos y, cada vez que vuelven al pueblo y no es verano, se extrañan de que no se salga al fresco en esas fechas.

No dejemos entonces que esta maravillosa tradición desaparezca, preservémosla e inculquemos a nuestro entorno los beneficios de algo tan simple como ‘tomar el fresco’.

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